jueves, 2 de diciembre de 2010

Qué he hecho o qué has hecho.

Me sentía indefensa ante esa mirada tambaleante. Era demasiado intensa para mí, no podía sostenerla más de cinco segundos exactos, era clavarme y quemarme por dentro. Y no es que no me gustara ese sentimiento, pero lo prefería evadir. Quise arriesgarme más de una vez y lanzarme a su encuentro, intentaba esquivar sus impulsos, pero eran demasiado, repito, que no llevaba el escudo puesto y acabé enganchándome. Pero me crea algo que me desconcierta, me acelera el pulso en cada palabra e incluso me atrevo a decir que despierta en mí un flujo de estúpidas rimas que no cesan y  se mueren por brotar a través de mis dedos. No creas que no lo he intentado, intento alejarme de ti a cada momento, que en cada movimiento saco fuerzas para no tentarte y no llegar a sentirte más cerca. Retengo los minutos que quiero regalarte sin a cambio esperar algo más, que no consigo entender que podría suceder si dejara que eso pasase. Que tus labios son irresistibles ante mis sentidos, y a veces me pregunto qué haré si no lo haces ahora mismo, si no decides separarte de mi boca más que para tomar un trago de aire que no salga de mí.

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