jueves, 2 de diciembre de 2010

A la vida le gusta hacer eso de vez en cuando.

Siento que estoy desperdiciando mis días, no me preguntes por qué.  Cuantas más cosas haga peor me siento y lo que más me gustaría es echarme a dormir, pero tampoco es que lo consiga con mucho éxito.  Lo que más rabia me da es no tener donde contarlo para que el resto del mundo se entere y deje de joder. Lo cierto es que es culpa mía, pero nunca viene mal echársela a los demás ¿verdad? Suena incluso más divertido de lo que en sí sonaría. La realidad es que esta situación ha llegado a un punto en la que me saca de quicio cualquier estupidez. Ya no se dónde he metido la ilusión que me hacía todo, creo que mis ganas de acelerar las cosas es lo que hace que tropiece con cada agujero que me encuentro y mi vida se ralentice, es horrible. Si sonrío es porque lo hago y si no sonrío es porque no me vienen ganas de mentir.  
Para qué me voy a engañar, si echar de menos es lo que mejor se me da en estos momentos, y por de pronto, es lo que más estoy odiando de este mundo. Y todo cambia y todos crecen y yo me veo pequeña a cada minuto quedando reducida al tamaño de una célula la cual, llegado el momento, nadie encontraría. A veces me quedo mirando a los ojos de anónimos que viajan en el mismo autobús que cojo cada día de mi vida y me pongo a pensar en sus corazones. Pero nunca consigo saber con total certeza si se encuentran en añicos o si aún lo guardan a buen recaudo. A veces pienso que todo tiene una forma de bucle que se repite, como cuando te aprendes de memoria todos aquellos anuncios que salen por la tele y que no puedes dejar de mirar por muy estúpidos que sean. Todos los días, mientras los observo sentada en mi sillón, me pregunto si seré algún día una de esas personas tan felices que se dan la mano y sonríen mirando hacia el futuro. Pequeña, así me siento, así soy. Quizás el mundo sea demasiado grande, quizás yo haya dejado de crecer demasiado pronto. Y de repente, cuando una de esas almas semi anónimas parece escucharme, parece encontrarme, el mundo gira, se transforma, y deja de ser tan grande, pero al segundo, el segundo infinito en que rompo el contacto, vuelvo a ser la mota de polvo más insignificante de la tierra.


http://chalacabum.blogspot.com/2010/12/la-vida-le-gusta-hacer-eso-de-vez-en.html


Corazón satélite & Chalacabum.

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