martes, 29 de marzo de 2011

A dos pasos de Abril

Ya casi puedo notar la calidez entre mis dedos, puedo respirar aromas intangibles y quemarme el corazón a 29 grados centígrados. Si ahora cierro fuerte los ojos, también puedo verlo todo de color verde chillón y llegar a sentir que las ramas de los árboles me saludan al compás de aquella ráfaga de aire que, a su vez, menea a mi melena como un velo que acaricia mis mañanas, mis azañas y a mis ojos, y percibo un aire diferente con un toque familiar, y consigo ver lo que me dejan ver y nada más y con eso me basta, no me hace falta ver para creer ni dormir para soñar. Y entonces tiemblo y me tambalea la vida, mientras a tiempo y con las ganas consigo respirar dejando atrás suspiros atónitos que mueren en la comisura de mi boca. Nos limitamos a sonreír y a no dejarnos escapar, ya no hace falta nada al rededor. Me limitaba a dejarme llevar y a no medir a mis palabras dando rienda suelta a eso que quedaba por atar.

martes, 22 de marzo de 2011

Impulsiva

A sabiendas de que por impulsos una no llega siempre a donde desea, a donde busca encontrar lo que en un principio pareció buena idea, un buen plan que trazar a base de pálpitos y dejarse los ojos bajo la mesa para no ir al compás de los días. No quisiste mirar, preferiste volar y dejar que avanzara el momento sin más, detenerte no era tu fuerte, te iba más aquello de arriesgar, mientras pensabas continuamente en la palabra ganar. Perder puede venir detrás, cosa que no reparaste a observar cuando dejarse llevar es mucho más excitante que pararse a pensar en consecuencias irreversibles, en marcas trasversales y preferir recorrer senderos peligrosos, donde acechan con morder al amanecer y dejarte completamente a oscuras. No importa qué depara un segundo, es más estimulante y por qué no, importante ir a ver que pasa y ocurre en lugar de sentarse a mirar. Esperar quiebra a la impaciencia, virtud o defecto. Sin más culpa que la de la inocencia y la de confiar en sonrisas movedizas que flotan alrededor del universo, sentimiento y un poco de eso que te eriza la piel. Electricidad en forma de calma, contrariedades perfectamente ligadas a las casualidades más sorprendentes y un par de palabras que aviven a las ganas de seguir. No escuchar más que lo que quieres oír, sin mapas ni velocidad, sólo continuar en lo que te hizo comenzar. Aclarar la memoria y recordar cada rasguño y medicina de cada tropiezo y caricia, reconocer lo que deseas a través de la mirada, en pocas palabras, sobrevivir inmersa en coincidencias y en actos volubles, tocar lo sublime, actuar.

viernes, 4 de marzo de 2011

La séptima ola

Mi mirada se adentra en el mar hasta la línea horizontal que divide el azul claro del oscuro, el cielo del agua. No sabes lo bonito que es esto. No quiero esperar en silencio la séptima ola. Sí, aquí cuentan una historia de la indómita séptima ola. Las primeras seis son previsibles y equilibradas. Se condicionan unas a otras, se basan unas en otras, no deparan sorpresas. Mantienen la continuidad. Seis intentos, por más diferentes que parezcan vistos de lejos, seis intentos... y siempre el mismo destino. Pero ¡cuidado con la séptima ola! La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo pasa inadvertida, participa en el monótono proceso, se adapta a sus predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo, lo cambia todo. Para ella no existe el antes, sólo el ahora. Y después todo es distinto. ¿Mejor o peor? Eso sólo pueden decirlo quienes fueron arrastrados por ella, quienes tuvieron el coraje de enfrentarla, de dejarse cautivar.
Ya llevo una hora larga aquí sentada, contando las olas y observando qué hacen las séptimas. Aún no ha estallado ninguna. Pero tengo paciencia, puedo esperar. No pierdo las esperanzas.





Cada siete olas.